La Más Bella Melodía | Cuento, un relato corto sobre la belleza de la armonía
“Abrí los ojos, la oscuridad era total, no sabía si estaba ciego, o si la oscuridad era tal que no era capaz de ver nada. Tenía la boca seca. Llevar la mandíbula de arriba hacía abajo suponía un esfuerzo al que no estaba dispuesto a someterse.
Miraba a un lado y a otro y todo me resultaba desconocido, no faltaba mucho para saber como había llegado hasta allí, pero en aquellos momentos mi desorientación era total, me esforzaba en pensar cómo había llegado hasta allí, pensaba hasta que la cabeza comenzó a dolerme con una gran fuerza.
Hacía frío, sabía que estaba al aire libre, sabía que a mi alrededor había arboles, lo sabía porque podía oír el gran ruido que hacían al mover las hojas. Se movían al ritmo de una peculiar brisa.
Estaba descalzo, en el pie derecho debía tener una herida, no muy grande. Al tomar conciencia de ella comenzó a dolerme, mucho. El escozor me subía del pie por la pierna, y se detenía cerca ya de la cadera. Me senté, empecé a palpar desde el tobillo hacía los dedos, entre los dedos tenía varias hojas. Tenía una capa de algo reseco, debía ser la sangre. La herida a pesar de escocer mucho, no parecía ser muy grande.
Me puse de píe, me dolía todo el cuerpo, pero conforme iba dando pasos este dolor se fue mitigando, aunque seguía estando allí. De repente comencé a escuchar unos sonidos, parecían murmullos, me detuve prestando atención en la dirección por la que me parecía oír aquella conversación.
El volumen de aquella conversación parecía que aumentaba, sin duda, se estaban acercando, fuese lo que fuese venía hacía mi. Me asusté, mucho. Me agaché y me escondí todo lo que pude. Era un sonido dulce, melodioso.
A pesar de no saber donde estaba, a pesar de necesitar ayuda, y a pesar de ser uno de los sonidos más maravillosos que había escuchado nunca, el miedo no me permitía salir de aquel escondrijo.
Escondido y con la atención plena en esa conversación no fui capaz de ver de dónde salían esos sonidos. Pasaron muy cerca de mi, pero igual que llegaron, desaparecieron, no fui capaz de ver ni lo más mínimo. Aquello que conversaba tampoco fue capaz de verme a mi, o por lo menos, eso es lo que pensé en aquel momento.
Me quedé durante no mucho tiempo en aquella misma e incomoda postura, agachado, atento. Con los 5 sentidos puestos en aquel oscuro y tenebroso ambiente.
Me puse de pie, convencido en averiguar en dónde estaba y que estaba pasando, con mi primer paso, una rama crujió, estuve apunto de caer, pero me rehice con una gran energía. Al recobrar la postura y concentrarme de nuevo en salir de allí, volví a oír melodiosos sonidos, había un cambio de matices, pero las voces formaban una bella armonía, dos sonidos distintos que juntos creaban una bella armonía.
Los sonidos, como los anteriores, venían hacía mi, pero esta vez me quedé quieto, decidido a encontrarme con ellos. Aquellos sonidos estaban ya casi encima de mi, la oscuridad no me dejaba ver nada, en unos instantes me iba a tropezar con ellos. Comencé a caminar en su dirección, con las manos extendidas, esperando tropezar con ellos. Instintivamente cerré los ojos, esperando un inminente golpe, y de repente las voces que venían hacía mi comenzaron a alejarse. El sonido comenzó a llegar desde mi espalda. No sabía como las voces había pasado de estar enfrente a estar detrás de mi. Volví la cabeza para ver si era capaz de ver qué era lo que estaba emitiendo aquellos hermosos sonidos, pero sólo fui capaz de sentir una suave brisa, allí no había nada.
Con más desconcierto que miedo seguí caminando, y a los pocos pasos comencé a ver una luz, comencé a distinguir una especia de puerta, no era una puerta física, estaba formada por el contraste de una intensa luz y una intensa oscuridad, formaba una línea con una intensa fuerza.
Conforme me acercaba a la luz, las heridas y el dolor de cuerpo iba disminuyendo, hasta que desapareció totalmente, una increíble paz interior se apoderó de mi, era la paz y tranquilidad más intensa que jamás había experimentado.
Al cruzar el umbral sentí la paz más absoluta, y de repente comencé a escuchar bellas melodías a un lado y a otro. Melodías con una intensidad y bellezas nunca antes escuchadas. No tardé mucho en sentirme maravillado por lo más bello escuchado nunca, me acerqué cruzando entre todas aquellas bellas melodías. Llegué a ella y esa melodía conectaba a la perfección con la mía, creando la más bella melodía que nadie había sido capaz de escuchar nunca.
Aquellas dos melodías creaban una sinfonía que encajaba a la perfección. Aquellas dos bellas melodías salieron de la luz hacía la oscuridad emitiendo los más armoniosos y bellos sonidos.
Cuento de Santiago López